EL TOQUE CARIBE
Por: Favio Betancur – 2004
Latino es el teatro de la musa negra del caribe; la música del son y de la salsa, de la rumba y el bembé, de los angelitos negros y la maestra vida del barrio. Al son de la flauta y la tumbadora, del bongó y el trombón, de las cuerdas y la trompeta, la danza tabacana en cadencia de melao y ritmo de candela en las caderas, construye un escenario: el del toque Latino. SALSA quiere decir mezcla, hibrido, cruce de dos caminos (europeo blanco y negro Africano) en una síntesis original: el criollo del caribe.
Mezcla de dos condimentos para este ajiaco que llaman menú y que tiene la pimienta del esclavo traído de Africa Occidental (Antecedente Yoruba, Bantú, Carabali, mandiga, Abakua) y el salero español (antecedente de romances y juglarias, de andaluces y moros, de gallegos y castellanos, de sainetes y cantos de cuna).
El mito de América nos dice que en el principio era la poesía y en el grano de la voz los hombres eran tierra, eran trigo, eran maíz, y eran arroz y el pilón era el asiento del dios.
Y hubo una lluvia celestial y nacieron otros dioses amarillos, blancos, mulatos y negros y con ellos vino el faisán de finas plumas y el mono bailó en los bosques entre el palo de caucho y las palmeras, y el chivo fué sacrificado para hacer tambores con su piel y fiesta con su carne; y de la madera salió la clave y de las semillas las maracas y los brujos fumaron hojas de tabaco para elevarsen al cielo con el humo sagrado salido de la calabaza mágica de estos sonajeros y el canto de las ranas fué imitado por las claves y del pilón de los cereales nació el guiro o guacharaca; y el cencerro se oyó entre los pastizales y en el canto de vaquería del ganado cimarrón.
Fué así como el sol de la poesía se hizo cuerpo musical, y nació de aquel, el dios de la música, y el bebedor nocturno conoció a Baco y a Dionisos el dios griego bailarín y flautista, y el bosque oyó los cantos de pan en su caña siringa, y Sileno no dejó de saltar y bailar.
Los dioses negros del caribe invocaron las siete potencias, y nacieron los toques a changó y a yemayá, a Eleguá, y Obatalá, y el siete rayos fue también Santa Bárbara, y en su asiento de pilón y palma real se hizo dios de la música y del trueno como Changó (El Dionisos negro) y hasta el dios cobrizo de los aztecas danzó hasta atraer la lluvia y el canto sagrado, y se llamó Tialoc.
Y después de los soles vino la oscuridad y la confusión y hubo plantaciones de esclavos, y depósitos de cimarrones y hubo guerras y palenques. Vinieron las plagas y el negro fué triste en el barracón y huyó de los bohíos, y en las ciudades hubo música de blancos para los blancos y música de negros para la
negramenta. Y los mestizos se morían de tedio sin el canto de sinsonte y los conciertos de negros. Y nació el lamento y el ala triste se hizo ave migratoria en el desierto de New York, y nació la Salsa.
Aparecieron en escena los cubanos y los Portorriqueños, los Panameños y Dominicanos, y el viejo San Juan y la vieja Habana, del Caney y del son Oriental, de Santo Domingo y Panamá, viajó el alma Latina y fué el oasis de aquel desierto de la megalópolis.
Música con sabor a barrio o barriada, viejo trovero desempolvando las cuerdas típicas, tamborero apostando la piel al fuego, y en una orquesta de nuevos vientos hubo swing y hubo sentimientos de raza Latina y el dios de los caminos mostró el ritmático vuelo de las zapatillas frente a las luces titilantes.
De los labios del sonero salió un saludo celestial y en el corazón del pulpo hubo un silencio de música y baile de lejanía.
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