MELÓN: 60 AÑOS DE VIDA DE SONERA

México es un país que ha hecho un aporte grandísimo a la música del Caribe. Ha aportado ritmos novedosos que han alcanzado trascendencia internacional, y ha servido de plataforma para lanzamiento de ritmos cubanos como el mambo ó el chachachá. Éste último, que fue asumido por los mexicanos como suyo y que cultivaron más allá de sus tiempos de éxito.

Pero además de la mencionada aceptación, ha aportado músicos y agrupaciones que marcaron historia: La Sonora Santanera, José Peregrino, El Trío Caribe, Lobo y Melón, Orquesta Gamboa Ceballos y Leo Soto, entre otros.

Luis Ángel Silva, parte de ese destacado grupo, es una de esas figuras grandes de la música mexicana y tal vez el intérprete de son más importante del país. Sus grabaciones, con Lobo y Melón, lo llevaron a alternar con las más importantes figuras de la música tropical, de hecho, los más exclusivos y exigentes sitios de Estados Unidos y México los vieron alternar con Tito Puente, Machito, Tito Rodríguez, Pérez Prado, Eddie Cano, Joe Cuba. Fue el único cantante mexicano que grabó para el sello Fania, compartiendo créditos nada menos que con Johnny Pacheco, el célebre director de las Estrellas de Fania, en dos oportunidades.

Son inolvidables, para el sonero mexicano, las oportunidades que tuvo para descargar y recibir el reconocimiento de sus alternantes, entre estos, que se cuentan en sus inicios, el gran Benny Moré; Joe Cuba, con quien estuvo por una corta temporada y Willie Colón, quien concretó su vinculación al sello que dominó el movimiento salsero, entre muchos otros.

Es imposible, en pocas líneas, resumir toda una actividad artística llena de convicción y amor por una música que, sin ser de su país de origen, se convirtió en la razón de su existencia artística. El maestro Melón cumple 60 años de actividad. Toda una vida dedicada a una pasión, no solamente como cantante, sino como líder, director de agrupaciones y un excelente relator de anécdotas y vivencias que mantienen viva la historia de nuestra música.
El Sonero de Barrio se complace en contar con el maestro Silva, como alguien de nuestra casa y se une con regocijo al reconocimiento de su exitosa carrera. Maestro, nuestro saludo y nuestros deseos porque muchos 60 años de actividad artística se cumplan. A la distancia, le declaramos nuestro aprecio y admiración ¡Felicidades!

LA COLUMNA DE MELÓN
Recordando la era del Mambo y el chachacha

A un amigo incógnito.

Antes que nada, gracias por acordarte de éste, tu asere, pero debo aclararte que no soy musicólogo y sólo puedo contarte mis experiencias y la manera como gocé la aparición del mambo y el cha-cha-chá. Me considero un afortunado por haber llegado al ambiente sonero de mi patria, cuando el Son cubano estaba teniendo una evolución del son de “papá y mamá”, a la utilización de arreglos y el desarrollo de soneros mexicanos, así como cubanos notables.

Pero, permíteme platicarte, como me contaron, los más viejos de la comarca, la forma en que se fue dando esa evolución. Llegaron a México varias compañías cubanas que se presentaban en teatros y cabarets, pero fue 1928 cuando llegó el primer grupo llamado Son Cuba, de Marianao, a Veracruz, de paso hacia la ciudad de México, contratado para actuar en el Teatro Esperanza Iris.

Durante una estancia del ‘Son Cuba’ de Marianao, en Veracruz, muchos jóvenes que ya tenían contacto con el son -porque intercambiaban discos con marineros cubanos que arribaban al puerto en diferentes barcos- pudieron ver cómo eran los instrumentos: tres, marímbula y bongóes.

Los empezaron a fabricar y de sólo ver tocar a los del grupo, empezaron a tratar de ejecutar ese sabroso son que levanta hasta los muertos. Así se formaron varios conjuntos, destacándose también muchos soneros veracruzanos.

Con el tiempo, el Son Cuba de Marianao se desintegró, pero varios de sus integrantes decidieron quedarse a vivir entre nosotros y la semilla dio frutos. Cada día surgieron más grupos, esto ya en el Distrito Federal, y con el paso de los años llegaron: el Conjunto Niágara, el Conjunto Casino y, en 1945, el Conjunto Matamoros, con Bartolomé Maximiliano Moré, que fue bautizado como La Voz de Oro de Cuba, por un locutor del salón de baile Los Ángeles. Más tarde, cambió su nombre por el de Benny Moré.

El Conjunto Matamoros decidió regresar a Cuba, pero Benny se quedó. En aquellos años, México tenía una vida nocturna extraordinaria, así que Benny Moré, Miguelito Valdés, Óscar López, Vicentico Valdés, Homero Jiménez y varios más, ocupaban las marquesinas. Músicos cubanos de gran calidad, formaban orquestas y conjuntos que eran un deleite oír. Entre ellos, recuerdo a Clemente Piquero Chicho, Modesto Durán, Florecita, Ramoncito Castro y Yeyo Tamayo. Me faltan muchos, pero debo nombrar a Eduardo Periquet y Humberto Cané, que formaron grupos notables y contribuyeron al desarrollo de soneros mexicanos que merecen mi admiración.

Pero como lo que te interesa es el mambo y el chachachá, que esto sirva como preámbulo para decirte que en 1948 éste, tu yeneka, ya estaba enamorado de la música que hoy llaman salsa y, en cuanta ocasión podía, visitaba los lugares donde se presentaban esos figurones. Tuve la suerte de que me dejaran asistir a los ensayos de mi primer amor sonero: Los Guajiros del Caribe, de Tony Espino, y conocer a Mariano Oxamendi, fundador de La Carabina de Ases, conjunto cubano de gran renombre que perteneció, durante bastante tiempo, al grupo de Toño (Espino), y aprender con él mucho de lo que me ha permitido estar, durante 60 años, haciendo lo que más me gusta.

En 1949 me dieron la oportunidad de pertenecer a Los Guajiros y, después de una gira a Ciudad Juárez, di otro paso importante: me llamaron Los Diablos del Trópico, conjunto que me marcó y considero mi escuela. Semanas antes de mi ingreso, la sección rítmica de Los Diablos había grabado con Dámaso Pérez Prado, la que fue la primera grabación en México del Cara e’foca; eran: Galo Almazán, Alfonzo Rovirosa, José Bonilla y Felipe Chía con Yeyo Tamayo. Grabaron cuatro números, con piano y percusiones: El manicero, Tacuba, Macomé y José. Poco después, ya con orquesta Pérez Prado, grabó Qué rico mambo, y lo demás es historia conocida.

El mambo contribuyó a dar un auge tremendo y todas las orquestas y conjuntos se vieron obligados a interpretarlo. Esto trajo como consecuencia aumento en los salarios, debido a la demanda, y se vivieron años de bonanza que duró hasta la aparición del chachachá. En 1954, Enrique Jorrín llegó solo a México con la idea de ganarle a la Orquesta América su aparición y grabó, con músicos mexicanos, algunos números, entre ellos, Isabelita, haciendo coro Los Tres Ases. Sin mucho éxito, se regresó a Cuba y poco después Félix Cervantes, propietario del Teatro Margo, contrató a la Orquesta América, de Ninón Mondéjar, y el chachachá obligó a los conjuntos mexicanos a interpretar este ritmo que trajo otra temporada de auge, pero también un cambio en la formación de los conjuntos: los bongoseros tuvieron que convertirse en paileros, los cantantes dejar las maracas y tocar el güiro, y así los grupos con trompetas casi desaparecen y empiezan a aparecer los grupos pequeños.

Yeyo Tamayo y Humbertto Cané hicieron grabaciones muy buenas con grupos de cinco trompetas y arreglos de Luis González Pérez, en mi concepto, un genio, pero al llegar las grabaciones de la Orquesta América tuvieron que cambiar “los palos pa’rumba” y formar un grupo pequeño -muy ad hoc- para la interpretación del chachachá, con Luis González, Mango, Calafate y Edmundo Esquivel, utilizando lo que se estaba cocinando en las descargas de Pepe Bustos, notable pianista que él denominaba “misas negras” y que organizaba en un sitio llamado Jacalito -más tarde conocido como Pigalito- anexo al Pigalle donde actuaba Jorrín, para competir con la Orquesta América.

Lo que se estaba cocinando en las “misas negras” lo bautizaron como chúa-chúa, según mi punto de vista, debe llamarse son-scat, que sirvió para la proliferación de muchos grupos que adoptaron ese estilo que, dicho sea de paso, fue creado por mexicanos a partir de 1953. Hay por allí un farsante que llegó a México en 1955 y se proclama el inventor de ese estilo.

Para terminar, hago de tu conocimiento que estoy cumpliendo 60 años de trayectoria sonera. Como antes dije, me siento afortunado por el regalo que Dios me ha dado, ya que he gozado como loco al haber escuchado y conocido a tantos figurones de la música con salsa. Ojo, con salsa, y no, salsa.

¡Vale!

Melón

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